"Qué fugaz, qué traicionera
la memoria del que queda" (Erreway)
Ese era mi mayor temor. La decepción.
Almagro siempre había sido mi lugar mágico, donde todo es posible, donde lo inesperado se materializa. Pero como nunca se sabe...
Íbamos bien...
Habíamos encontrado tren a buen precio, alojamiento decente y entradas en segunda fila (en primera corres un húmedo riesgo) para las obras escogidas. Mis amigos, como si del flautista del cuento se tratase, me dejaban maniobrar a mis anchas, disponiendo, sugiriendo y planeando para 4; bueno, para 5, finalmente.
Y allí estábamos, a la hora prevista, y con las entradas ya en la mano.
¿Qué hacer?
La primera visita, al teatro municipal. Precio: 1.50 (¡yuju!)
Yo lo recordaba amermelado, rosa-blanco, como la tarta de boda de Barbie. Ahora es discretamente albero, y estaba vacío...bueno, ensayaban Romeo y Julieta, pero el equipo nos dejó husmear y fotografiar arriba y abajo.
Hacia el medio día Cami, apañadísima ella, nos llevaba a comer al restaurante Valdeolivos, recomendable para celiacos. Eso sí, "mejor con vino", allí es norma.
Y tras las charlas y confidencias del atardecer llegaban las primeras compras en la plaza, los duelos y quebrantos para cenar y la primera representación: La vida es sueño, de la CNTC.
¿Impresiones? Así a ojo, buenas. Excelente interpretación del elenco al completo. Agradecimientos a los músicos. Buena versión, pero...algunos "peros", sí.
¿Ese decorado? Adoro el Barroco, no lo barroco. Sólo un adjetivo se me viene a la cabeza: excesivo. Trampillas, cuerdas, efectos especiales...mucho cartón, mucha piedra. Truenos, rayos, centellas. Menos mal que nos quedaba el verso calderoniano...A él le hubiese gustado. Yo eché de menos la sencillez vasquiana, esa que te permite imaginar y que te ayuda a pensar, que no te ofrece ya masticadita la escena. Los tiempos cambian, la CNTC también.
Ahora es más...para todos los públicos...
Los personajes, cercanos (especialmente cuando las escaleras por las que descienden quedan a pie de tu propio asiento). Los actores, casi que también (gracias, Blanca Portillo, por tus palabras tras la función, nos ayudó a entender mejor tu Segismundo).
Una de las cosas buenas que la CNTC conserva es el merchandising, gracias al que adquirimos un ejemplar de Farsas y églogas de Nao de Amores, asignatura pendiente para el público sevillano. Menos mal que en 2013 nos resarciremos con el Auto de la Sibila Casandra (gracias, Ana Zamora, por la información).
Gran descubrimiento: Marta Poveda. Preciosa y convincente Rosaura. La juventud, divino tesoro, no es una contra en su caso. Grandes Notario y Pedroche, como era de esperar.
Y a la salida, lágrimas. Al ver cómo se formaba una fila para felicitar en masa a H. Pimenta (enhorabuena, por supuesto), se me hacía raro saber que no estarían ahí: Vasco, Albaladejo, Querejeta, Mencía, Cayo, Galán...
Lo pasé mal, sí. Pero las lágrimas en Almagro están contadas y tienen fecha de caducidad.
Un nuevo día llegaba y tocaba hacer de guía: Corral de comedias (audioguía en mano) y Museo del teatro. Mis amigos, encantados. Las cámaras, casi que sin batería. Y es que viajar con cuatro filólogos (que además son periodista, poeta y actriz) es un lujo: aprenden, te enseñan, recordamos juntos.
Ay, la noche...que ya casi caía...
"Noche, fabricadora de embelecos", que diría Lope...
Alzar la vista y oír su voz: Clara.
Una misión personal me llevaba a Almagro. Siete años después de haberme enamorado de El castigo sin venganza, y tras repetir a modo de consigna que "las almas de las mujeres no las viste jaspe helado", me parecía oportuno regalar a la Casandra ferraresa un pedacito de jaspe protector, semejante al que llevo al cuello desde entonces.
Clara, agradecida, lo aceptaba de buen grado.
Y las luces se apagaban para dar paso a La lengua en pedazos, de Juan Mayorga, un complejo y original diálogo entre Santa Teresa (Clara Sanchis) y un sagaz inquisidor (P. M. Martínez).
¿La obra? Partía, tímida, de un texto innovador y arriesgado. A oscuras, en silencio. Casi tres minutos de silencio cortado, literalmente, por un cuchillo.
¡Qué bella conversación de ojos, manos, rostros y cuerpos sin mediar palabra!
¿El montaje? Desnudo. Una mesa, dos sillas, y los ingredientes imprescindibles para dejar clara una posibilidad: Dios entre pucheros.
A medida que avanza la obra el poder inquisitorial, que domina en los primeros minutos a una Teresa acobardada con su mandatos espacio- lingüísticos (aquí te sientas, aquí te callas) se va rebajando. Teresa se alza y pinta: con sus manos, con sus claros ojos, con cada frase...imágenes imposibles, deseos, recuerdos...
La lengua en pedazos...en pedazos por insuficiente, por escasa, por impotente...El alma no puede describirse con palabras. Ni el amor. Ni el miedo. La voz se resquebraja y la lengua se cuartea.
¿Fingimiento? ¿engaño? Fe.
Creer o no creer, esa es la cuestión.
¿Una Santa Teresa falsa? ¿Un inquisidor incrédulo? ¿motivos político-sociales? ¿religiosos? Teresa, ¿víctima o verdugo? ¿santa o demonio?
La lengua, en pedazos. La puerta, abierta.
El espectador debe escoger su respuesta: ¿ver para creer? ¿creer para ver?
Los actores, soberbios. Enhorabuena a ambos.
No puedo ser objetiva cuando se trata de mi actriz favorita. Pero allí estaba: el público de un corral abarrotado en pie, aplaudiendo, durante varios minutos.
Éxito merecido.
¿Dudas? Además de la duda con la que Teresa cierra el acto, a mis amigos les surgían algunas. ¿El vestuario moderno? ¿Y el decorado? Pocas respuestas. Lástima no haber podido contactar con Mayorga. Pero ya investigaremos los por qué, ya...
A la salida, la espera. Casandra había recibido su regalo, y a las puertas del corral comprobamos que ya lo llevaba puesto: Clara Sanchis nos recibía luciendo su pulsera de jaspe, para charlar con nosotros sobre su personaje, para pedirnos opinión y para regalarnos un par de fotos.
Gracias, Clara.
Lo bueno se iba acabando...nos quedaban las últimas compras y la visita al almacén de los Fúcares. Tren de vuelta y a contar los días porque ya sólo queda un año para volver a soñar con nuestro amado teatro.
Almagro, continuará...
Currada, muy currada la entrada, como siempre. No voy a decir nada más porque tú ya lo has dicho todo, salvo que ojalá dentro de un año la economía nos dé otra vez para podernos embarcar con los ojos cerrados en otro fin de semana como el que hemos vivido recientemente; a pesar de que ahora pretendan subirnos los impuestos -IVA del 8 al 21%- para el teatro y las artes escénicas, al menos en Andalucía.
ResponderEliminarFinalmente, tras muchas reflexiones, reconozco que estoy de acuerdo contigo en lo exagerado de la puesta en escena de La vida es sueño. Ahora que lo pienso, algunos elementos de aquella me parecen ridículos e innecesarios. Un elenco tan bueno no necesita unos decorados tan recargados y ruidosos, aunque el momento de Basilio poniendo la mano bajo el chorro de arena que caía del techo de su palacio aportó matices al dramatismo de la representación.
ResponderEliminarTAM