miércoles, 13 de marzo de 2013

LA CULPA FUE DEL CHÁ CHÁ CHÁ








Que nuestros niños y adolescentes (en su gran mayoría) no tienen respeto, educación ni sentido común no es ninguna sorpresa.

¿De quién es la culpa?



¿De los propios niños/adolescentes?

¿De sus padres?



Sé que la siguiente interrogación retórica que os pasa por la mente es "¿de los profesores?"

Permitidme que, como profesora y persona con sentido común, ni siquiera añada esa pregunta a la lista. NO ES RESPONSABILIDAD del docente educar, sino enseñar.

Suelen darse por sinónimos ambos verbos, pero NO LO SON.

Como profesora, nadie me ha formado para educar, sí para enseñar.

No es mi trabajo decirle a mis alumnos que:

- No se griten/no me griten.

- No pongan los pies en alto.

- No se giren para charlar cuando un profesor/alumno les está hablando.

- No escupan/eructen/se pean en clase.

- No se levanten cuando les apetezca o salgan y entren de clase como si de su habitación se tratase.

- No hablen a los adultos como si fuesen sus colegas.

Y un largo, interminable e incómodo etc.



¿Que lo hago? Por supuesto, a diario. Es cuestión de supervivencia escolar. Todos lo hacemos...

Alguien tiene que hacerlo...



Por supuesto, ni todos los niños/adolescentes son iguales, ni todos sus padres lo son. Hay honrosas excepciones (en peligro de extinción).



Pero, en serio, ¿en qué piensan los padres de hoy en día?

La prueba, la televisión:



- Anuncio de un conocidísimo detergente: unos padres exageradamente (y completamente falsos) andaluces nos explican que su hijo, que quiere ser médico, se pasa el día con una bata puesta. La madre asegura que no es eso lo que le importa, lo que le importa es sacar las manchas del inmaculado tejido. ¿El padre? El padre le sugiere que sea futbolista.



- Anuncio de galletas para críos: la madre manda al mayor de sus hijos a comprar tres productos concretos: huevos, miel y cereales. El niño, además de vacilar a su madre, dar un pésimo ejemplo al pequeño (que espera su desayuno) y robar un dinero que no es suyo (pues compra lo que le sale de la punta del...), recibe un cariñoso gesto de aceptación materno.



No soy madre, pero me gustaría pensar que si mi hijo de ocho años quiere ser médico, me preocuparé por alentar tamaña meta, sin matar su sueños e intentar inculcarle semejante gilipollez (¿futbolista? ¿hay demanda de eso?)

No soy madre, pero si mi hijo, al que he mandado con una lista de la compra muy concreta y un dinero que YO HE GANADO y no él, vuelve con lo que le da la gana de la tienda, estoy segura de que:

a. Le riño, lo castigo y, por supuesto, no le río la gracia, pues no la tiene.

b. Me aseguro de que baja a la tienda con el correspondiente ticket de compra y cambia las galletas por el encargo inicial.

c. No vuelve a usar un dinero ajeno en su propio beneficio.



Si lo hacen en casa, lo hacen en clase.

Si sus padres los autorizan, de verdad de verdad que es muy difícil (y extremadamente PELIGROSO) hacerles ver que son sus padres los que se equivocan.





¿Y ese anuncio en el que unos chicos se preocupan por la dureza de su pan de molde?

¡Si no se preparan el bocadillo! Mis alumnos, antes de salir de casa:



- No se preparan el bocadillo del recreo

- No se hacen la cama

- No se preparan el desayuno (se lo ponen sus madres)

- Algunos no escogen ni su ropa

- No van solos a clase (viven en un pueblo ENANO)



¿Queremos que sean independientes?
¿También es labor del profesorado enseñarlos a hacerse un bocata, su cama o el camino de vuelta a casa?



Sin embargo, no tienen problemas para salir solos los fines de semana. Sus padres no saben con quién/a dónde/hasta cuándo/desde cuándo/cómo...

Yo sí.


¿Los castigo? No es mi trabajo.

¿Los educo? TAMPOCO lo es.



Ser padre no debe ser fácil, pero quien decirde serlo debería tener en cuenta que es un trabajo que no se puede dejar para el último momento (por muy españoles que seamos), pues las consecuencias las pagamos todos.








Como leí una vez: "Quiero tanto a mis hijos que prefiero que sigan viviendo seguros en mi imaginación".