domingo, 29 de septiembre de 2013

El médico de su honra, de la Compañía Corsario.


Buenos actores en la dicción del verso, excesivo minimalismo, vestuario e iluminación adecuados, ¿la música? atemporal y repetitiva.

Y ahora lo malo:

a. Digo yo que no cuesta trabajo esperar, un poquito mejor escondidos tras el atrezzo, a que el compañero termine su escena para salir a recogerle los muebles. Estar viendo medio personaje esperando detrás de una pared hace feo.

b. Si tu personaje se ha caído de un caballo y se ha roto la pierna izquierda, procura cojear siempre con esa pierna, no intercambiarlas, es ridículo. Y si en la obra transcurren apenas unos días, digo yo que no se te ha curado. Coño, sigue cojeando.

c. Escribir con pluma en el siglo XVII...no estás firmando con un boli ni mandando un whats app: necesitas tintero, tinta y escribir más despacio. Y...¿la esposa escribiendo una carta? Qué lista, ¿no? Para su época, digo.

d. Yo estoy a favor del minimalismo: tenemos una pared de madera, la misma, para casa y castillo, sin diferencias...bueeeno. Y con un foco verde sobre ella tenemos un jardín, vaaaale. Pero, si hay una escena en que se ha apagado una vela y la criada, para tranquilizar a la señora le asegura "aquí está la luz", qué menos que traerte un velita encendida. Con enchufarles un foco sobre el cogote no es suficiente.

e. En una de las escenas clave el marido celoso debe hacer creer a su mujer que es otro, un amante, para confirmar sus cuern...su deshonra. ¿Cómo lo resuelven? Primero, el marido, agazapado tras la cama-ikea de la esposa, le habla en tono normal. La pobre infeliz lo confunde con otro. Minutos después, el marido entra por el jardín (distancia considerable en una quinta de la época) con el mismo tono, y ella lo reconoce sin problemas. ¿No lo reconoces a los pies de tu cama pero sí 120 metros más allá? Hay una cosa que se llama "cambiar la voz", muy útil para gastar bromas de este tipo.


Más cosas...pues mi poco respeto por Calderón. ¿Éxito? Sí, es evidente. Se ve que el plagio en la época estaba bastante bien visto. Hay escenas gemelas a las obras de Lope. Que si vamos a cubrir a la dama con un tafetán para que otro la mate porque yo soy muy honrado pero muy cagado; que si soy el gracioso y salgo a explicar "aquí acaba esta tragedia...bla bla bla"...Ay, Lope, cuánto te deben algunos...


¿Le harán descuentos especiales (gratis) a los profes de la facultad? Mirar atrás y encontrarnos con Marta Palenque, Narbona...y la famosa "Marisa de Ecoem", que casi muere de un ataque de tos en la fila de atrás. Eso sí que fue una agonía y no la de Mencía, la dama, que ni sangre llevaba sobre el cadáver.


¿Lo mejor? Leonor. Ella pone los cuernos, la dejan para casarse con otra, se cabrea, pide venganza al rey (porque no había comisarías en la época), el rey trata de casarla con el supuesto culpable, y ella, en vez de la mano, le pega dos buenas puñaladas.

Muy bien, hija. Y Calderón, que ya no tenía más ganas de escribir (porque Lope no termina así sus obras y no tenía para un copia y pega) se apresura en echar el telón.

Pues se acabó.




domingo, 30 de junio de 2013

DOLCE FAR NIENTE



Hola, amiguitas (que diría Vaquerizo)
30 de Junio y ya (¡por fin!) estamos de vacaciones.

No haré alusiones a su duración ni a sus condiciones económicas, pues bastante apaleados estamos ya. Tampoco a la imperiosa necesidad que tenemos de ellas, pues no nos creerían.

¡Aquí están! Suficiente.

Empezarlas las empecé con jaqueca. Tal y como reconocen colegas de profesión, fruto de estrés de final de curso. Pero la jaqueca dio paso a la fiestuqui (pues mi hermanita ya ha llegado a la treintena y había que celebrarlo).

Y hoy, primer domingo oficial sin un LUNES LUNERO CASCABELERO detrás, queda inaugurada la temporada del DOLCE FAR NIENTE, es decir, del placer de no tener nada que hacer. Sólo planes, muchos planes. Y sueños, muchos sueños, ordenaditos cual calcetines en un cajón.

Ha llegado el momento de no ponerse reloj. De despertarse con el sol (en mi caso, con el ruidillo de los tenistas mañaneros peloteando). De acostarse sólo cuando hay sueño. De guardar las prisas con los paraguas, hasta la siguiente temporada.

¿Apetencias? Infantiles, como suelo. Se me antojan, por ejemplo, el Museo de Cera (tengo que ver la figurilla de mi Olvi); una vueltecita por la Warner (que es mi segundo parque favorito); teatro a raudales (aunque esa debilidad mía es atemporal, incurable y eterna); y fiestuquis en casa con los amigos, un clásico.
Planeada está la "noche blanca" (copia de mi amado crucero Grand Mistral) y sugerida la "noche travesti" (que puede ser la monda). Habrá que esperar la llegada de nuestro italiano favorito para colgarle el collar hawaiano.
La licuadora servirá para preparar cocktails y la terracita hará las veces de confesionario, para comentar lo que se cuece en el salón.
Copas de diamante, música pachanguera y cámara en mano. Aunque también podemos sacar la maraca, dependiendo de los ánimos.
Y mientras haya sol, habrá piscina. Pongámosle fecha. 

 ¿Soñando? Literalmente sueño que sigo a bordo. Ya volveré, ya...aunque la próxima vez que suba a un barco me toque pagar :(

En la agenda están Madrid y Lisboa (Sintra de por medio).
 Y no se descartan las sardinitas chipioneras y los mojitos en el porche de casa.

Atrás queda un largo curso en el que he aprendido, observado y tomado buena nota. Un curso que me ha hecho más fuerte y consciente de la realidad. Un curso con una ausencia, pero con nuevas presencias a las que aferrarme.

El siguiente será distinto, sin ellos, sin mis tripulantes, con los que tanto he reído, a los que he podido enseñar casi tanto como ellos a mí. Pero nuevas fierecillas vendrán. Y mientras la mar esté en calma con ellos, me conformo.

Sigo soñando con un nuevo puerto. Ya llegará...

De momento, disfrutemos del ansiado verano con la receta:
aire acondicionado+coca cola (bien de hielo)+ buena compañía.

Felice e dolce far niente per tutti. 





miércoles, 13 de marzo de 2013

LA CULPA FUE DEL CHÁ CHÁ CHÁ








Que nuestros niños y adolescentes (en su gran mayoría) no tienen respeto, educación ni sentido común no es ninguna sorpresa.

¿De quién es la culpa?



¿De los propios niños/adolescentes?

¿De sus padres?



Sé que la siguiente interrogación retórica que os pasa por la mente es "¿de los profesores?"

Permitidme que, como profesora y persona con sentido común, ni siquiera añada esa pregunta a la lista. NO ES RESPONSABILIDAD del docente educar, sino enseñar.

Suelen darse por sinónimos ambos verbos, pero NO LO SON.

Como profesora, nadie me ha formado para educar, sí para enseñar.

No es mi trabajo decirle a mis alumnos que:

- No se griten/no me griten.

- No pongan los pies en alto.

- No se giren para charlar cuando un profesor/alumno les está hablando.

- No escupan/eructen/se pean en clase.

- No se levanten cuando les apetezca o salgan y entren de clase como si de su habitación se tratase.

- No hablen a los adultos como si fuesen sus colegas.

Y un largo, interminable e incómodo etc.



¿Que lo hago? Por supuesto, a diario. Es cuestión de supervivencia escolar. Todos lo hacemos...

Alguien tiene que hacerlo...



Por supuesto, ni todos los niños/adolescentes son iguales, ni todos sus padres lo son. Hay honrosas excepciones (en peligro de extinción).



Pero, en serio, ¿en qué piensan los padres de hoy en día?

La prueba, la televisión:



- Anuncio de un conocidísimo detergente: unos padres exageradamente (y completamente falsos) andaluces nos explican que su hijo, que quiere ser médico, se pasa el día con una bata puesta. La madre asegura que no es eso lo que le importa, lo que le importa es sacar las manchas del inmaculado tejido. ¿El padre? El padre le sugiere que sea futbolista.



- Anuncio de galletas para críos: la madre manda al mayor de sus hijos a comprar tres productos concretos: huevos, miel y cereales. El niño, además de vacilar a su madre, dar un pésimo ejemplo al pequeño (que espera su desayuno) y robar un dinero que no es suyo (pues compra lo que le sale de la punta del...), recibe un cariñoso gesto de aceptación materno.



No soy madre, pero me gustaría pensar que si mi hijo de ocho años quiere ser médico, me preocuparé por alentar tamaña meta, sin matar su sueños e intentar inculcarle semejante gilipollez (¿futbolista? ¿hay demanda de eso?)

No soy madre, pero si mi hijo, al que he mandado con una lista de la compra muy concreta y un dinero que YO HE GANADO y no él, vuelve con lo que le da la gana de la tienda, estoy segura de que:

a. Le riño, lo castigo y, por supuesto, no le río la gracia, pues no la tiene.

b. Me aseguro de que baja a la tienda con el correspondiente ticket de compra y cambia las galletas por el encargo inicial.

c. No vuelve a usar un dinero ajeno en su propio beneficio.



Si lo hacen en casa, lo hacen en clase.

Si sus padres los autorizan, de verdad de verdad que es muy difícil (y extremadamente PELIGROSO) hacerles ver que son sus padres los que se equivocan.





¿Y ese anuncio en el que unos chicos se preocupan por la dureza de su pan de molde?

¡Si no se preparan el bocadillo! Mis alumnos, antes de salir de casa:



- No se preparan el bocadillo del recreo

- No se hacen la cama

- No se preparan el desayuno (se lo ponen sus madres)

- Algunos no escogen ni su ropa

- No van solos a clase (viven en un pueblo ENANO)



¿Queremos que sean independientes?
¿También es labor del profesorado enseñarlos a hacerse un bocata, su cama o el camino de vuelta a casa?



Sin embargo, no tienen problemas para salir solos los fines de semana. Sus padres no saben con quién/a dónde/hasta cuándo/desde cuándo/cómo...

Yo sí.


¿Los castigo? No es mi trabajo.

¿Los educo? TAMPOCO lo es.



Ser padre no debe ser fácil, pero quien decirde serlo debería tener en cuenta que es un trabajo que no se puede dejar para el último momento (por muy españoles que seamos), pues las consecuencias las pagamos todos.








Como leí una vez: "Quiero tanto a mis hijos que prefiero que sigan viviendo seguros en mi imaginación".




miércoles, 9 de enero de 2013

Lo nuestro es puro teatro



Como todos los grandes amores: aunque a veces no piense en ti, basta recordarte para saber cuánto te quiero, teatro.

Y es que por qué me gustará tanto el teatro...

Es magia. Así de simple.

La magia de disfrutar de una buena función en la que se representa una obra que no había leído y que me sorprende por completo.

La magia de repetir con los personajes, como si de una sola boca se tratase, los versos que llenan mi memoria.

La magia de cerrar un libro con una lágrima o bajar un telón con más de una.

Pero de todas, mi favorita es la magia de la materialización. Cuando la persona logra salir del personaje y baja del Olimpo en que lo vemos. Esas charlas. Ese intercambio. Esas fotos.

La capacidad de recordar es nuestro mayor tesoro. Revivir momentos que son irrepetibles. Darles forma en nuestra memoria. Y grabarlos para siempre.

Hoy, uno de esos recuerdos: mi último cumpleaños, con mi Casandra, Clara Sanchis, y su regalo, las flores de Santa Teresa.