Hace aproximadamente seis años, comiendo un chupachups, la muelita Manolita hizo "crash".
Varias fueron sus llamadas de atención: una tarde viendo una peli en Chipi con Vic, un trocito se desprendía; otro trocito estudiando en casa; un trocito más -o menos, según se mire- se quedaba atrapado en un chicle yendo en autobús; el último trocito aún lo conservo, cayó en casa, agotado ya...
La muelita Manolita cada vez era más y más chica...apenas existía...apenas se veía...
El agujero iba creciendo como un gran pozo negro sin fondo...
Una noche se desató la tormenta: rayos, truenos y varias gotas en forma de lágrimas. La muela gritaba y rugía. Las cuchilladas a la encía eran feroces y despiadadas. Ni un ejército entero de Ibuprofenos armados pudieron retener su embestida.
El médico me aconsejaba: "protege tu muela, no dejes que te la saquen jamás". Pero el antibiótico hizo bien su trabajo, calmando el dolor, anestesiando la conciencia, haciendo caer a Manolita en el agujero del olvido.
Años después, hace tan sólo un par de semanas, comenzó a soplar el viento...las primeras gotas...truenos lejanos...
Pero esta vez Manolita se enfrentaba a un ejército distinto: nada de pastillas, calmantes ni copazos de vodka a modo de adormidera. Esta vez debía luchar contra el tozudo príncipe Peque, que sin pensarlo dos veces hizo lo que tenía que hacer:
-Manolita, estás nominada para abandonar la boca de mi muñequita.
Dicho y hecho.
Llamó a la dentista, y firmaron su sentencia de muerte, a cambio de una recompensa: 50 cochinos euros. Eso ganaría aquella sacamuelas a cambio de acabar para siempre con la rabiosa Manolita.
Una sola muela, dos batallas que librar.
Manolita era dura, siempre lo había sido. Había sobrevivido a más de 6 años de derrumbes, terremotos bucales, desalojos y las malditas caries vecinas.
¿Se dejaría vencer tan fácilmente?
La sacamuelas trató de engañarla con aquel pinchazo, pero se reía en su cara.
A la segunda inyección respondía burlona con una bajada de tensión, para ganar tiempo.
Tras la tercera estocada se dejó hacer.
Una muela tiene una corona y tres raíces.
Manolita, decrépita y leprosa, apenas tenía corona que la protegiese, por lo que llegar hasta la primera raíz fue dolorosamente sencillo. El instrumental entraba y salía de la boca. Frío metálico que abandonaba la cavidad envuelto en cálida y pegajosa sangre.
La primera raíz costó. Tuvieron que partirla en varios trozos, arrancándola de los brazos de Manolita.
La segunda, en un intento desesperado de volver al vientre materno, se soltaba de las pinzas para colarse por entre las rendijas que quedaban entre boca y encía, al grito de "NO TE LA TRAGUES".
Tuve que ser valiente, introducir mis dedos, sacarla y entregársela. Ya no era parte de mi cuerpo.
¿Y la 3ª raíz?
Era la menor de tres hermanas. Había vivido protegida al abrigo de sus mayores. Pero ahora estaba sola.
La sacamuelas dudaba.
- ¿Ya ha salido? ¿Se habrá roto en pedazos?
Se cobijó tras el rojo paño y ahí permaneció oculta 12 días más.
Sola. Asustada.
Para distraer mi atención me llenó la boca de llagas, envolviéndose en ellas y tornándose invisible.
Pero su día había llegado.
Dos radiografías después fue descubierta. Manolita Jr, 3ª raíz, último enlace entre la muela y mi boca.
Vuelta a empezar: anestesia...instrumental desechable...falsas promesas que venden la ausencia del dolor...el foco de la verdad...el ruido del torno...y la advertencia: "sentirás presión, no dolor" (¡¡¡¡MENTIRA!!!)
La muñeca de aquella sacamuelas giraba por completo dentro de mi boca con la pequeña raíz entre sus tentáculos.
A las 20:30 de 22 de Mayo de 2012 se certificaba la muerte COMPLETA de Manolita, muela fiel y porculera de mi boca, que me ha dejado un sabor amargo
en la lengua y un negro hueco en la encía.
En el plazo de un año la parcela deberá ser edificada. No será barato. No será indoloro.
Adiós, Manolita...
martes, 22 de mayo de 2012
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