sábado, 12 de febrero de 2011

¿Podemos confiar a ciegas?




Aún recuerdo aquella noche...
Venía de trabajar y casi había llegado a mi parada de autobús, entre Los Pajaritos y Los Arcos, un punto muy animadito de la ciudad, por cierto.
Sentí cómo alguien se acercaba corriendo y agarré fuerte mi bolso, apartándome un poco.
Era un chico, de unos 18 años, con una chándal blanco de pies a cabeza; muy cani.

Una chica esperaba el bus. Todo fue muy rápido. Se precipitó sobre ella arrancándole el bolso y el móvil por el que hablaba. La tiró al suelo y corrió todo lo que pudo. Nadie le persiguió.
Ella lloraba desconsolada, dolorida. Entre los allí presentes la pusimos en pie. Nos pidió ayuda: necesitaba un pique para el bus, que alguien avisase a la policía y que le dejásemos llamar a su madre, que la esperaba en casa.


Al llegar, la mía me advertía: "¿y tú para qué le dejas el móvil? ¿y si está compinchada con el otro y se llevan tu teléfono, qué? ¡Es que eres tonta!"

Podría haber sido así...




Hoy, mientras alguien me pedía ayuda, esas frases de madre pasaban por mi mente a modo de advertencia ineludible, provocando una simple respuesta: NO.


Mientras Rafa sacaba dinero, un hombre se acercó a preguntarme si éramos de la zona. Pensé que necesitaba indicaciones. Después me dijo que trabajaba en un restaurante cercano y que su mujer acababa de romper aguas. Pensé que necesitaba una ambulancia. A partir de ahí toda explicación se tornaba confusa: su mujer estaba de parto, en Cádiz. Él estaba en el hotel Meliá y el conductor del autobús del hotel no le dejaba subir porque el billete costaba 16 euros. Me ofrecía su reloj y su DNI a cambio del dinero para el pasaje. Pero, ¿un trabajador de un restaurante cercano tiene a su mujer pariendo en Cádiz y hay un autobús del Meliá que justo ahora sale para allá cuyo chófer no le permite viajar?


RARO, RARO, RARO


¿Una persona de treinta y tantos no tiene 16 pavos en la cartera?
¿No tiene tarjeta de crédito?
¿No tiene a nadie que le haga una trasferencia de 20 pavos a su cuenta?
¿En serio los hoteles tienen autobuses privados nocturnos?
¿Camarero o turista?


RARO, RARO, RARO


Lo de menos eran los 20 pavos...
Ya me lo imaginaba, tratando de distraerme mientras un compinche me agarraba del bolso o le ponía una navaja a Rafa en la garganta para que sacase el tope del cajero...


¿Por qué no podemos confiar en la gente?
¿En qué clase de mundo vivimos?
¿Por qué pensamos siempre que nos pueden hacer daño?


¡Maldita sociedad!



¿Lo peor?
Quedarme sin saber el final de la historia...



¿Y si le he jodido la noche a un pobre desgraciado que decía la verdad?




Me aplicaré el cuento y haré especial hincapié en la expresión oral para con mis alumnos, para que el día de mañana aprendan a pedir ayuda de manera lógica, argumentada y creíble.

1 comentario:

  1. Nunca sabremos si decía la verdad. Pero, en casos como éste, toda precaución es poca. Y tú eres precavida y prudente. Yo, por el contrario, me suelo dejar impresionar y caigo en la trampa... o bien acabo ayudando a alguien que realmente se encuentra en apuros.

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