
De los otros grandes hermanos, apenas recuerdo los nombres de los participantes y mezclo las ediciones en las que concursó cada quién.
Pero admito haberme tragado GHR (Gran Hermano El Reencuentro) muy felizmente, por el simple hecho de que ver pelear a los demás me relaja, no sé, es así.
Al principio tuve mis claros favoritos: Melania y Piero, pero decidieron largarse, ¡qué pena!
Poco a poco fui descubriendo que tenía cosas en común con la más guerrera de la casa -o eso me gusta pensar- Peleonas, altivas, independientes, gritonas, hipersensibles y mandonas. Ainhoa, a la que soy incapaz de ubicar en la misma casa que Fresita o Aída Nízar, se ha ido ganando mi favor y mi voto. Hasta conseguí que Rafa se metiese en la web de GH para salvarla. Hasta logré que mis 14 viajeros asturianos se quedasen viendo el programa en nuestra primera noche en Cangas.
¿Y todo para qué? Pues para que gane el de siempre, otra vez. Pero que ganasen o perdiesen era lo de menos. ¿Qué voy a ver ahora los martes? ¿De qué voy a hablar los miércoles en el desayuno? ¡JUS! Y tal y como están las cosas, y sin haber visto GH11, paso de atreverme con el GH12, ¡menuda vulgaridad nos espera!
Eso sí, al menos no ganaron los cretinos de GH1. Porque Jorge ha demostrado ser el mismo pelele de antaño, pero Silvia, la malagueña simpática y comprometida, se ha tornado una vulgar manipuladora, ¡qué asco! ¡maldito parné!
Ojalá nunca seamos el dardo -por lo general, envenenado- de tan peligrosa diana.
Aún así, y pese al "chocheo" de la Milá: ¡VIVA GRAN HERMANO!